Consultoria Psycologica
"Pongamos los caballos delante del carro" Lic.Rodolfo Lazzarini
miércoles, junio 21, 2017
25 años en el Enfoque Centrado en la Persona y algunas cuestiones
- La causa originaria de los problemas psicológicos es un error perceptivo?
- Reflejar? Reflejar para qué?
- Las condiciones propuestas por Carl Rogers son necesarias y suficientes?
10º Encuentro Latinoamericano del Enfoque Centrado en la Persona
La Falda. Córdoba. ARGENTINA 7 al 14 de Octubre del 2000
Este 10º Encuentro Latinoamericano del E.C.P. me brinda la oportunidad de compartir algunas cuestiones que fueron surgiendo como resultado de este tránsito de 25 años por el Enfoque, por las relaciones de ayuda psicológica y por la vida.
El tÃtulo de nuestro Encuentro: “ Entre raÃces y alas” me sugiere cómo ordenar estas cuestiones que quiero compartir con mis compañeros de ruta. No tengo la menor duda de que la raÃz de nuestro Enfoque, es decir, lo que define las caracterÃsticas esenciales del mismo es la llamada HIPÓTESIS FUNDAMENTAL, la “tendencia actualizante”, como tendencia constitutiva del ser humano y de la vida misma. Esa tendencia a la actualización permanente de nuestras potencialidades e incluso a superar los obstáculos que la interfieren.
Esta hipótesis provoca una inversión copernicana en las relaciones de ayuda psicológica, o como me gusta decir a mÃ, inician el movimiento para poner definitivamente los caballos delante del carro.
El grado de adhesión y convicción con respecto a esta hipótesis, define a mi parecer nuestro grado de pertenencia al Enfoque.
A partir de esta, para mÃ, raÃz indubitable de nuestro Enfoque me parece encontrar algunos aleteos que guardan cierta incongruencia con nuestra raÃz y que podrÃan hacer crecer ramas que crearÃan un hÃbrido no del todo saludable.
Como consecuencia de alguna de estas incongruencias me permito compartir con ustedes algunas cuestiones al respecto:
- La causa originaria de los problemas y dificultades con los que nos enfrentamos y traen nuestros consultantes, ¿ es un error perceptivo?
- Reflejar? Reflejar, para qué?
- Las condiciones propuestas por Carl Rogers son necesarias y suficientes?
Creo que la respuesta a estas cuestiones y a otras que luego surgirán de ellas puede definir el lugar donde pongamos los caballos.
Comenzando por la primera cuestión, si el problema originario es un error perceptivo, se me ocurren otras preguntas: Hago consciente lo inconsciente, luego me curo?; Me doy cuenta, luego...? Reestructuro la imagen del sà mismo desde una percepción más realista del sà mismo y luego alcanzo el funcionamiento óptimo de la personalidad? El problema es que hay una imagen del sà mismo que no es congruente con el sà mismo organÃsmico real?
Ésa es la cuestión originaria del problema, o ésta es en realidad la consecuencia del problema? El problema se armó porque hay algo inconsciente o hay algo inconsciente porque hubo un problema previo que provocó que algo se vuelva inconsciente?
Nuestra incongruencia se origina en la construcción de una imagen de sà mismo distorsionada o poco realista o construimos esta imagen por una causa anterior que lo provoca? El problema es que el consultante se percibe mal y tenemos que hacer algo para que se perciba bien?
Vamos a mostrar algunos planteos referidos a estas cuestiones con las cuales yo no coincido ya que además de no ser demasiado distintos a los propuestos por otras orientaciones pueden llevar nuevamente a poner lo caballos detrás del carro.
Dice Marcelo Lerner (uno de los introductores y divulgadores del Enfoque en Argentina) en su libro: “Introducción a la psicoterapia de Carl Rogers”:
“Para explicitar estos caracteres conviene resumir la posición del terapeuta rogeriano ante su paciente. La problemática de éste, el paciente, es concebida como procedente de un ERROR PERCEPTIVO. Es decir, de la forma distorsionada en que se percibe a sà mismo y la realidad interna”.
Marian Kinget en “Psicoterapia y Relaciones Humanas”, libro que firma junto a Carl Rogers, nos dice refiriéndose al reflejo de sentimiento o según ella reflejo propiamente dicho:
“Mientras la reiteración facilita el proceso dando al sujeto el sentimiento de ser perfectamente comprendido y respetado –que no es poca cosa- el reflejo propiamente dicho –reflejo de sentimiento- trata de sacar a la luz la intención, la actitud o el sentimiento inherentes a sus palabras proponiéndolas al cliente sin imponérselo. En términos gestálticos consiste en iluminar el fondo de la comunicación con el fin de permitir al sujeto que se dé cuenta de si hay en él elementos susceptibles de integrarse en la figura, de modificar ésta o de realzarla”.
De vuelta la inadecuada percepción o el no darse cuenta como causa original del problema psicológico. Y de vuelta nosotros los terapeutas, counselors, facilitadores, los encargados de corregir esa inadecuada percepción, de vuelta el poder en nuestras manos y de vuelta los caballos detrás del carro.
Según mi parecer, el problema original de todo esto no es un problema de mala o buena percepción sino que el problema se origina en situaciones amenazantes reiteradas.
Para ilustrar esta afirmación los invito a observar la reproducción incluida en este trabajo realizada por Quino, (JoaquÃn Lavado, Mendoza, Argentina) brillante y lúcido humorista argentino, creador de la muy conocida Madalfa. Los buenos humoristas con su especial intuición y capacidad de sÃntesis logran con una imagen representar lo que otros necesitamos páginas y páginas para explicarlo.
Este niño, el que está en el centro de la imagen, no es que no se percibe bien.
Percibe claramente que a él le gusta dibujar redondo. Pero tiene delante de sus narices un dedo amenazante. Ese dedo lo instala en una situación amenazante. Y no es que no percibe o deja de percibir que le gustan los redondos. Me imagino que puede estar
pensando: “Al diablo, si yo sigo dibujando redondos éste se va a enojar más todavÃa, y por ahà hasta me deja de querer. Al diablo con todo, yo dejo de dibujar redondos.... en realidad a mà no me gusta tanto dibujar redondos... es malo dibujar redondos... a mà no me gusta dibujar redondos”.
Qué pasó? Modificó su percepción y eso inició el problema? o modificó su percepción a sabiendas para zafar de alguna manera de esa situación amenazante conservando su fuente de afecto y satisfaciendo asà su necesidad de sentirse aceptado.
Ahora bien. Cómo es esta necesidad de SENTIRNOS ACEPTADOS? Sentirnos aceptados cómo? SENTIRNOS ACEPTADOS. Ésa es la necesidad. Pero después empieza la trampa. Sabemos cómo la armamos. La aceptación no es siempre ni mucho menos incondicional. El papá le dice al nene con su dedo amenazante: “Yo te voy a aceptar y querer si me dibujás cuadrados, no si me dibujás redondos”. Y el nene -qué el nene, los grandes!- como necesitamos esa aceptación... “Y, al diablo, no dibujo más redondos!”. Pero qué pasa? Dejo de percibir en realidad que me siguen gustando los redondos? Si realmente dejara de percibir que me siguen gustando los redondos, no habrÃa conflicto y los psicoterapeutas, facilitadores y counselors nos morirÃamos de hambre.
Sigue percibiendo que le gustan los redondos, pero se hace el “distraÃdo” para no verse sometido a seguir soportando esa situación amenazante.
Creo que considerar que la causa inicial del problema es un error perceptivo es volver a poner los caballos detrás del carro. Y que este “error perceptivo” en todo caso es una consecuencia que desaparece cuando desaparece la verdadera causa original que serÃa la persistente y amenazante experiencia de no sentirse aceptado y comprendido auténticamente.
Si lo miramos de la otra manera, es decir, pensando que la causa original del problema es una percepción distorsionada, obviamente vamos a tener que hacer algo para que esta persona perciba mejor. Nosotros dirÃamos para “facilitar”que esta persona pueda percibirse mejor y para ello hemos encontrado el “recurso” del reflejo.
Pero el reflejo propiamente dicho es el de sentimiento. Es decir, parece ser el mejor. Claro, si realmente la finalidad es que la persona perciba bien, es decir, que es mejor que el fondo se vuelva figura, que se dé cuenta de lo que está en el fondo de su figura y que si lo dijéramos en el idioma psicoanalÃtico: que lo inconsciente se haga consciente. Si ése es el asunto, y bueno habrÃa que usar el recurso del reflejo y seguramente si ésa es la finalidad de la relación terapéutica, y sÃ, me parece que el reflejo de sentimiento es el reflejo propiamente dicho.
Todo esto serÃa válido si partiéramos del supuesto de que el problema originario es un “error perceptivo”.
A mi manera de entender creo que plantear la situación de esta manera es crear una nueva situación amenazante. “Está usted estructurando mal su percepción, lo que usted presenta como fondo es en realidad la figura”. Desde ya como somos rogerianos no lo decimos directamente, lo decimos en forma de cálido reflejo.
El supuesto fondo de la figura se lo ponemos delante de su cara para que lo vea. Para que se dé cuenta. Insisto, volvemos a recrear una situación amenazante. Y a lo mejor, hasta logramos que lo acepte. Peor. Otra vez claudicó. Estructura su percepción con su figura y fondo de acuerdo a lo que la autoridad de turno le pide. En este caso, un cálido y comprensivo terapeuta rogeriano. En vez de desarmar la trampa, la volvemos a alimentar.
A partir de lo anteriormente expuesto me permito decir que esta manera de plantear el reflejo constituye una situación amenazante tanto para el consultante como para el terapeuta, facilitador o counselor. Porque... “¿Uy, cómo no le hice dar cuenta de lo que no se dió cuenta?” Y en vez de estar libremente con el otro, en ese transcurrir juntos, estar comunicándonos y escuchándonos... “Ah no, yo tengo que hacer algo, reflejarle el fondo, para que se dé cuenta de lo que no se da cuenta”. El clima amenazante termina envolviéndonos a los dos.
Cuando nosotros encaramos la relación de ayuda en función de hacer algo para que la persona modifique su forma de percibir, para que vea lo que no ve, para que se dé cuenta de lo que no se da cuenta, para que el fondo sea figura, para que haga consciente lo inconsciente, la sensación que tengo es que estamos agarrando a patadas la puerta. Y creo, que lo más saludable que esta persona podrÃa hacer es poner todos los muebles de su casa detrás de la puerta. Porque, quiénes somos nosotros para entrar donde esta persona no quiere o todavÃa no puede entrar o donde no quiere que otros entren?
Esta situación amenazante que se crea al plantearnos el reflejo como recurso y que se hace más nÃtida al hablar del reflejo de sentimiento propiamente dicho aparece muy claramente en los cursos de formación cuando aparece este tema: Cómo les enseñamos a reflejar? Cómo aprendo a reflejar?
Se arma un lÃo bárbaro! Cómo voy a hacer para reflejar? Porque hay que reflejar bien! Si me quedo en el reflejo reiterativo o simple, con reflejar lo que dijo, ya está. Pero si pretendo ir un poco más allá para mejorar la calidad del reflejo tengo que... A ver, eso que está en el fondo, pescar eso que está en el fondo, para ponerlo adelante. Y si no me sale? Y se arma un lÃo bárbaro!
Otra vez los caballos detrás del carro. Ya no escucho más! Porque el problema ahora es: qué le tengo que decir?, qué le voy a reflejar?, qué cosa voy a hacer para que el otro vea lo que no ve? Ya está armada la trampa que nos atrapa a los dos. Él, esperando que yo diga no sé qué cosa y yo esperando que lo que yo diga sea acertado e ilumine no sé qué cosa que suponemos que él tiene oscura.
La pregunta correcta no serÃa qué le digo, sino qué me dice? “Él me tiene que enseñar a mà lo que a él le pasa, no yo le tengo que enseñar a él lo que a él le pasa”.”Es él el que me va a decir a mà lo que a él le pasa. No soy yo el que le va a decir a él lo que a él le pasa”. Y en todo caso , casi sin darnos cuenta vamos a transcurrir en lo que nos pasa a los dos. Y creo que cuando nos podemos instalar en esta otra manera , el problema original -que no era que habÃa algo inconsciente o que no se da cuenta o que hay algo que percibe mal- se diluye, se diluye el clima de amenaza, se diluye el peligro, el temor no nubla nuestra mirada y como consecuencia el “problema perceptivo” desaparece ya que el problema perceptivo es la consecuencia y no el problema original.
Para terminar con esta cuestión del reflejo y para qué reflejamos, me voy a permitir incluir parte de un escrito de Carl Rogers publicado en la “Person-Centered Review” en noviembre de 1986 referido al reflejo de sentimiento y que creo que contribuye a iluminar y a poner el tema en su justo lugar:
“A pesar de que soy parcialmente responsable por el uso de ese término para describir cierto tipo de respuesta terapéutica, con el tiempo me he vuelto muy disconforme con él. La razón mayor es que ‘reflejo de sentimiento’ ha sido frecuentemente enseñado como una técnica y muchas veces una muy inflexible técnica. Sobre la base de expresiones escritas de los pacientes, se espera que el alumno confeccione un ‘correcto’ reflejo de sentimiento, o aún peor, que seleccione la respuesta ‘correcta’ de una lista de varias opciones. Tal entrenamiento tiene poco que ver con una efectiva relación terapéutica. Por lo tanto me he vuelto mas y más alérgico al uso del término.
Al mismo tiempo yo sé que muchas de mis respuestas en una entrevista –como es evidente en esos ejemplos publicados- parecen ser ‘reflejos de sentimiento’, interiormente me opongo. Definitivamente yo no trato de ‘reflejar sentimiento’.
(... ) Desde mi punto de vista como terapeuta yo no estoy tratando de reflejar sentimientos, yo estoy tratando de determinar si mi comprensión del mundo interno del cliente es correcta, (El subrayado es mÃo) si estoy viendo esto como él o ella está experienciando esto en este momento. Cada respuesta mÃa contiene la pregunta no verbalizada ‘es éste el modo que esto es en usted? Sino yo desearÃa poner mi percepción de acuerdo a la suya’.
(... ) Asà yo sugiero que estas respuestas terapéuticas no sean llamadas ‘reflejos de sentimientos’ sino ‘probando entendimientos’ o ‘verificando percepciones’. Estos términos yo creo serÃan más acertados. Ellos serÃan útiles en el entrenamiento de terapeutas. Ellos facilitarÃan una sana motivación en responder, con un deseo interrogador más que un intento de reflejar”.
Es decir, la sana motivación , no serÃa “reflejar” para que el paciente corrija su percepción, sino en todo caso modificar la nuestra para concordarla con la percepción del paciente de forma que éste se sienta realmente aceptado y realmente comprendido.
Entonces la cuestión ya no serÃa “reflejar” sino ESCUCHAR, ESCUCHAR, ESCUCHAR, y asà el “reflejo” dejarÃa de ser un “recurso” para modificar nada en el consultante, para convertirse en la comunicación de nuestro auténtico interés por comprender y aceptar al consultante.
De esta forma aportarÃamos las condiciones necesarias y suficientes para que el consultante haciendo uso de las capacidades que lo constituyen se haga cargo del “asunto”.
Y aquà aparece entonces la otra cuestión que habÃamos planteado en el inicio de este trabajo, el de las condiciones para Carl Rogers necesarias y suficientes que facilitarÃan todo proceso terapéutico o de desarrollo personal.
Las condiciones a que nos referimos tan conocidas por los adherentes al enfoque
son: la congruencia o autenticidad, la aceptación positiva incondicional y la comprensión empática.
Son necesarias y suficientes?
Son necesarias pero no suficientes?
Con respecto a estas condiciones me he encontrado dentro del Enfoque con posiciones variadas. Carl Rogers desde que las postuló las presentó como necesarias y suficientes y nunca varió esta postura, pero variadas voces dentro del Enfoque no lo creen tan asÃ.
Con distinto grado aparecen variantes que van desde el “son necesarias y suficientes, pero...”, hasta la afirmación de que son “necesarias, pero no suficientes”.
Nadie parecerÃa discutir que son necesarias, pero no pasa lo mismo con la afirmación de que son suficientes.
A mi modo de entender estas distintas posturas a sabiendas o no, están determinadas por el grado de adhesión o convicción con respecto a la Hipótesis Fundamental del Enfoque, la tendencia actualizante.
Me parece refrescante, alentadora y apuntando en la dirección correcta la postura al respecto de Gerald Bozarth:
“... más que concluir que las condiciones son necesarias pero no suficientes, resulta más propio decir que las condiciones no son necesariamente necesarias, pero siempre suficientes”.
Avanzando en esta dirección apuntamos decididamente a poner definitivamente los caballos delante del carro, ya que nos paramos con total convicción sobre la base original del Enfoque Centrado en la Persona que es la tendencia actualizante
La postura de plantear las condiciones como necesarias pero no suficientes además de hacer tambalear la base subyacente del Enfoque plantea a mi parecer una flagrante contradicción lógica, a no ser que desechemos los fundamentos del Enfoque.
Cuando afirmamos que son necesarias, pero que no son suficientes, qué queremos decir?; No son suficientes para qué?; No son suficientes para que el consultante haga algo que desde nuestro lugar de terapeutas estamos eligiendo como meta suya?; No son suficientes para que el consultante corrija su error perceptivo?; No son suficientes para que el consultante perciba desde lo que nosotros, poderosos y sabios terapeutas, consideramos correcto, acertado o saludable?
Si nos planteamos la cuestión de este modo, la pregunta que me surge es:
Dónde quedó la aceptación positiva incondicional?
De esta manera a mi entender desaparece totalmente la condición que planteamos como necesaria de la aceptación positiva incondicional. Esto no es verdadera aceptación. En realidad lo que estamos ofreciendo es el fatÃdico y cálido cebo de la amenazante aceptación condicional. La trampa cálida y amenazante nuevamente está armada y funcionando. Y en esta cálida y amenazante trampa quedamos atrapados los dos, terapeuta y paciente, consejero y consultante, facilitador y cliente. Nuevamente los caballos detrás del carro.
Entonces las condiciones no son suficientes? No son suficientes o es que en realidad, no estamos ofreciendo una auténtica, comprensiva y verdadera aceptación positiva incondicional? No son suficientes o en realidad, le estamos achacando a las condiciones una insuficiencia nuestra derivada de nuestra pobre convicción en la tendencia actualizante del paciente o de nosotros mismos? Estamos realmente convencidos de nuestra hipótesis fundamental? Creemos verdaderamente en ella? O es que no está claro a qué nos referimos cuando hablamos de aceptación positiva incondicional? Será éste un desafÃo difÃcil de aceptar? Yo a veces, asà lo siento.
Al respecto me permito introducir partes de un párrafo que Carl Rogers presenta en “Psicoterapia centrada en el Cliente” que él titula: “La lucha básica del consejero”, que para mà es la más clara y contundente definición al respecto:
“Mi experiencia indica que sólo cuando el consejero, a través de uno u otro medio, ha establecido dentro de él la hipótesis según la cual actuará, podrá proporcionar una ayuda de máxima al individuo. También he observado que cuando más firmemente confÃo en la fuerza y en la potencialidad del cliente, éste tanto mas profundamente descubre esa fuerza.
Ha sido evidente, tanto por nuestra experiencia clÃnica como por nuestra investigación, que cuando el consejero percibe que acepta al cliente tal cual es, cuando deja de lado toda evaluación y entra en el marco de referencia perceptual del mismo, lo libera para que explore nuevamente su vida y su experiencia, lo libera para percibir en esa experiencia nuevos significados y nuevas metas. Pero el terapeuta desea realmente que el resultado sea una plena libertad? Desea genuinamente que el cliente organice y dirija su vida? Desea que elija metas que son sociales o antisociales, morales o inmorales? Si no es asÃ, parece dudoso que la terapia llegue a ser una experiencia profunda para el cliente. Aún más, desea que el cliente elija la regresión antes que el crecimiento o la madurez? Que elija la neurosis, antes que la salud mental? Que elija el rechazo de la ayuda antes que la aceptación? Que elija la muerte antes que la vida? Me parece que en la medida que el terapeuta desee completamente que se elija cualquier resultado, cualquier dirección y sólo entonces comprenderá la fuerza vital de la capacidad y potencialidad del individuo para la acción constructiva. En la medida en que acepta que elija la muerte, éste elige la vida; en la medida en que acepta que elija la neurosis, elige una saludable normalidad. Cuanto más completamente actúa, según su hipótesis central, más convincente es la prueba de que la hipótesis es correcta.”
La sensación que me queda después de esta clara, definitiva, rotunda y contundente postura es que no es mucho más lo que se pueda decir.
Creo que las cuestiones planteadas inicialmente nos ponen frente a un interrogante contundente, que de acuerdo a cómo lo contestemos, definirá la congruencia de nuestro Enfoque y nuestra convicción al respecto. Creo que si aceptamos el desafÃo propuesto por Carl Rogers en el párrafo anteriormente citado lograremos poner definitivamente los caballos delante del carro.
BibliografÃa citada
Bozarth, Jerold
“No necesariamente necesario, pero siempre suficiente” en
Brazier, David
“Mas allá de Carl Rogers”
Descleé De Brouwer. Bilbao, 1997, página 85
Rogers, Carl
“Psicoterapia centrada en el cliente”
Paidós. Buenos Aires, 1977, página 40
Rogers, Carl y Kinget G. Marian
“Psicoterapia y Relaciones Humanas”
Alfaguara. Madrid, Barcelona, 1971, página 81
Lerner, Marcelo
“Introducción a la Psicoterapia de Rogers”
Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, 1974, página 71
- La causa originaria de los problemas psicológicos es un error perceptivo?
- Reflejar? Reflejar para qué?
- Las condiciones propuestas por Carl Rogers son necesarias y suficientes?
10º Encuentro Latinoamericano del Enfoque Centrado en la Persona
La Falda. Córdoba. ARGENTINA 7 al 14 de Octubre del 2000
Este 10º Encuentro Latinoamericano del E.C.P. me brinda la oportunidad de compartir algunas cuestiones que fueron surgiendo como resultado de este tránsito de 25 años por el Enfoque, por las relaciones de ayuda psicológica y por la vida.
El tÃtulo de nuestro Encuentro: “ Entre raÃces y alas” me sugiere cómo ordenar estas cuestiones que quiero compartir con mis compañeros de ruta. No tengo la menor duda de que la raÃz de nuestro Enfoque, es decir, lo que define las caracterÃsticas esenciales del mismo es la llamada HIPÓTESIS FUNDAMENTAL, la “tendencia actualizante”, como tendencia constitutiva del ser humano y de la vida misma. Esa tendencia a la actualización permanente de nuestras potencialidades e incluso a superar los obstáculos que la interfieren.
Esta hipótesis provoca una inversión copernicana en las relaciones de ayuda psicológica, o como me gusta decir a mÃ, inician el movimiento para poner definitivamente los caballos delante del carro.
El grado de adhesión y convicción con respecto a esta hipótesis, define a mi parecer nuestro grado de pertenencia al Enfoque.
A partir de esta, para mÃ, raÃz indubitable de nuestro Enfoque me parece encontrar algunos aleteos que guardan cierta incongruencia con nuestra raÃz y que podrÃan hacer crecer ramas que crearÃan un hÃbrido no del todo saludable.
Como consecuencia de alguna de estas incongruencias me permito compartir con ustedes algunas cuestiones al respecto:
- La causa originaria de los problemas y dificultades con los que nos enfrentamos y traen nuestros consultantes, ¿ es un error perceptivo?
- Reflejar? Reflejar, para qué?
- Las condiciones propuestas por Carl Rogers son necesarias y suficientes?
Creo que la respuesta a estas cuestiones y a otras que luego surgirán de ellas puede definir el lugar donde pongamos los caballos.
Comenzando por la primera cuestión, si el problema originario es un error perceptivo, se me ocurren otras preguntas: Hago consciente lo inconsciente, luego me curo?; Me doy cuenta, luego...? Reestructuro la imagen del sà mismo desde una percepción más realista del sà mismo y luego alcanzo el funcionamiento óptimo de la personalidad? El problema es que hay una imagen del sà mismo que no es congruente con el sà mismo organÃsmico real?
Ésa es la cuestión originaria del problema, o ésta es en realidad la consecuencia del problema? El problema se armó porque hay algo inconsciente o hay algo inconsciente porque hubo un problema previo que provocó que algo se vuelva inconsciente?
Nuestra incongruencia se origina en la construcción de una imagen de sà mismo distorsionada o poco realista o construimos esta imagen por una causa anterior que lo provoca? El problema es que el consultante se percibe mal y tenemos que hacer algo para que se perciba bien?
Vamos a mostrar algunos planteos referidos a estas cuestiones con las cuales yo no coincido ya que además de no ser demasiado distintos a los propuestos por otras orientaciones pueden llevar nuevamente a poner lo caballos detrás del carro.
Dice Marcelo Lerner (uno de los introductores y divulgadores del Enfoque en Argentina) en su libro: “Introducción a la psicoterapia de Carl Rogers”:
“Para explicitar estos caracteres conviene resumir la posición del terapeuta rogeriano ante su paciente. La problemática de éste, el paciente, es concebida como procedente de un ERROR PERCEPTIVO. Es decir, de la forma distorsionada en que se percibe a sà mismo y la realidad interna”.
Marian Kinget en “Psicoterapia y Relaciones Humanas”, libro que firma junto a Carl Rogers, nos dice refiriéndose al reflejo de sentimiento o según ella reflejo propiamente dicho:
“Mientras la reiteración facilita el proceso dando al sujeto el sentimiento de ser perfectamente comprendido y respetado –que no es poca cosa- el reflejo propiamente dicho –reflejo de sentimiento- trata de sacar a la luz la intención, la actitud o el sentimiento inherentes a sus palabras proponiéndolas al cliente sin imponérselo. En términos gestálticos consiste en iluminar el fondo de la comunicación con el fin de permitir al sujeto que se dé cuenta de si hay en él elementos susceptibles de integrarse en la figura, de modificar ésta o de realzarla”.
De vuelta la inadecuada percepción o el no darse cuenta como causa original del problema psicológico. Y de vuelta nosotros los terapeutas, counselors, facilitadores, los encargados de corregir esa inadecuada percepción, de vuelta el poder en nuestras manos y de vuelta los caballos detrás del carro.
Según mi parecer, el problema original de todo esto no es un problema de mala o buena percepción sino que el problema se origina en situaciones amenazantes reiteradas.
Para ilustrar esta afirmación los invito a observar la reproducción incluida en este trabajo realizada por Quino, (JoaquÃn Lavado, Mendoza, Argentina) brillante y lúcido humorista argentino, creador de la muy conocida Madalfa. Los buenos humoristas con su especial intuición y capacidad de sÃntesis logran con una imagen representar lo que otros necesitamos páginas y páginas para explicarlo.
Este niño, el que está en el centro de la imagen, no es que no se percibe bien.
Percibe claramente que a él le gusta dibujar redondo. Pero tiene delante de sus narices un dedo amenazante. Ese dedo lo instala en una situación amenazante. Y no es que no percibe o deja de percibir que le gustan los redondos. Me imagino que puede estar
pensando: “Al diablo, si yo sigo dibujando redondos éste se va a enojar más todavÃa, y por ahà hasta me deja de querer. Al diablo con todo, yo dejo de dibujar redondos.... en realidad a mà no me gusta tanto dibujar redondos... es malo dibujar redondos... a mà no me gusta dibujar redondos”.
Qué pasó? Modificó su percepción y eso inició el problema? o modificó su percepción a sabiendas para zafar de alguna manera de esa situación amenazante conservando su fuente de afecto y satisfaciendo asà su necesidad de sentirse aceptado.
Ahora bien. Cómo es esta necesidad de SENTIRNOS ACEPTADOS? Sentirnos aceptados cómo? SENTIRNOS ACEPTADOS. Ésa es la necesidad. Pero después empieza la trampa. Sabemos cómo la armamos. La aceptación no es siempre ni mucho menos incondicional. El papá le dice al nene con su dedo amenazante: “Yo te voy a aceptar y querer si me dibujás cuadrados, no si me dibujás redondos”. Y el nene -qué el nene, los grandes!- como necesitamos esa aceptación... “Y, al diablo, no dibujo más redondos!”. Pero qué pasa? Dejo de percibir en realidad que me siguen gustando los redondos? Si realmente dejara de percibir que me siguen gustando los redondos, no habrÃa conflicto y los psicoterapeutas, facilitadores y counselors nos morirÃamos de hambre.
Sigue percibiendo que le gustan los redondos, pero se hace el “distraÃdo” para no verse sometido a seguir soportando esa situación amenazante.
Creo que considerar que la causa inicial del problema es un error perceptivo es volver a poner los caballos detrás del carro. Y que este “error perceptivo” en todo caso es una consecuencia que desaparece cuando desaparece la verdadera causa original que serÃa la persistente y amenazante experiencia de no sentirse aceptado y comprendido auténticamente.
Si lo miramos de la otra manera, es decir, pensando que la causa original del problema es una percepción distorsionada, obviamente vamos a tener que hacer algo para que esta persona perciba mejor. Nosotros dirÃamos para “facilitar”que esta persona pueda percibirse mejor y para ello hemos encontrado el “recurso” del reflejo.
Pero el reflejo propiamente dicho es el de sentimiento. Es decir, parece ser el mejor. Claro, si realmente la finalidad es que la persona perciba bien, es decir, que es mejor que el fondo se vuelva figura, que se dé cuenta de lo que está en el fondo de su figura y que si lo dijéramos en el idioma psicoanalÃtico: que lo inconsciente se haga consciente. Si ése es el asunto, y bueno habrÃa que usar el recurso del reflejo y seguramente si ésa es la finalidad de la relación terapéutica, y sÃ, me parece que el reflejo de sentimiento es el reflejo propiamente dicho.
Todo esto serÃa válido si partiéramos del supuesto de que el problema originario es un “error perceptivo”.
A mi manera de entender creo que plantear la situación de esta manera es crear una nueva situación amenazante. “Está usted estructurando mal su percepción, lo que usted presenta como fondo es en realidad la figura”. Desde ya como somos rogerianos no lo decimos directamente, lo decimos en forma de cálido reflejo.
El supuesto fondo de la figura se lo ponemos delante de su cara para que lo vea. Para que se dé cuenta. Insisto, volvemos a recrear una situación amenazante. Y a lo mejor, hasta logramos que lo acepte. Peor. Otra vez claudicó. Estructura su percepción con su figura y fondo de acuerdo a lo que la autoridad de turno le pide. En este caso, un cálido y comprensivo terapeuta rogeriano. En vez de desarmar la trampa, la volvemos a alimentar.
A partir de lo anteriormente expuesto me permito decir que esta manera de plantear el reflejo constituye una situación amenazante tanto para el consultante como para el terapeuta, facilitador o counselor. Porque... “¿Uy, cómo no le hice dar cuenta de lo que no se dió cuenta?” Y en vez de estar libremente con el otro, en ese transcurrir juntos, estar comunicándonos y escuchándonos... “Ah no, yo tengo que hacer algo, reflejarle el fondo, para que se dé cuenta de lo que no se da cuenta”. El clima amenazante termina envolviéndonos a los dos.
Cuando nosotros encaramos la relación de ayuda en función de hacer algo para que la persona modifique su forma de percibir, para que vea lo que no ve, para que se dé cuenta de lo que no se da cuenta, para que el fondo sea figura, para que haga consciente lo inconsciente, la sensación que tengo es que estamos agarrando a patadas la puerta. Y creo, que lo más saludable que esta persona podrÃa hacer es poner todos los muebles de su casa detrás de la puerta. Porque, quiénes somos nosotros para entrar donde esta persona no quiere o todavÃa no puede entrar o donde no quiere que otros entren?
Esta situación amenazante que se crea al plantearnos el reflejo como recurso y que se hace más nÃtida al hablar del reflejo de sentimiento propiamente dicho aparece muy claramente en los cursos de formación cuando aparece este tema: Cómo les enseñamos a reflejar? Cómo aprendo a reflejar?
Se arma un lÃo bárbaro! Cómo voy a hacer para reflejar? Porque hay que reflejar bien! Si me quedo en el reflejo reiterativo o simple, con reflejar lo que dijo, ya está. Pero si pretendo ir un poco más allá para mejorar la calidad del reflejo tengo que... A ver, eso que está en el fondo, pescar eso que está en el fondo, para ponerlo adelante. Y si no me sale? Y se arma un lÃo bárbaro!
Otra vez los caballos detrás del carro. Ya no escucho más! Porque el problema ahora es: qué le tengo que decir?, qué le voy a reflejar?, qué cosa voy a hacer para que el otro vea lo que no ve? Ya está armada la trampa que nos atrapa a los dos. Él, esperando que yo diga no sé qué cosa y yo esperando que lo que yo diga sea acertado e ilumine no sé qué cosa que suponemos que él tiene oscura.
La pregunta correcta no serÃa qué le digo, sino qué me dice? “Él me tiene que enseñar a mà lo que a él le pasa, no yo le tengo que enseñar a él lo que a él le pasa”.”Es él el que me va a decir a mà lo que a él le pasa. No soy yo el que le va a decir a él lo que a él le pasa”. Y en todo caso , casi sin darnos cuenta vamos a transcurrir en lo que nos pasa a los dos. Y creo que cuando nos podemos instalar en esta otra manera , el problema original -que no era que habÃa algo inconsciente o que no se da cuenta o que hay algo que percibe mal- se diluye, se diluye el clima de amenaza, se diluye el peligro, el temor no nubla nuestra mirada y como consecuencia el “problema perceptivo” desaparece ya que el problema perceptivo es la consecuencia y no el problema original.
Para terminar con esta cuestión del reflejo y para qué reflejamos, me voy a permitir incluir parte de un escrito de Carl Rogers publicado en la “Person-Centered Review” en noviembre de 1986 referido al reflejo de sentimiento y que creo que contribuye a iluminar y a poner el tema en su justo lugar:
“A pesar de que soy parcialmente responsable por el uso de ese término para describir cierto tipo de respuesta terapéutica, con el tiempo me he vuelto muy disconforme con él. La razón mayor es que ‘reflejo de sentimiento’ ha sido frecuentemente enseñado como una técnica y muchas veces una muy inflexible técnica. Sobre la base de expresiones escritas de los pacientes, se espera que el alumno confeccione un ‘correcto’ reflejo de sentimiento, o aún peor, que seleccione la respuesta ‘correcta’ de una lista de varias opciones. Tal entrenamiento tiene poco que ver con una efectiva relación terapéutica. Por lo tanto me he vuelto mas y más alérgico al uso del término.
Al mismo tiempo yo sé que muchas de mis respuestas en una entrevista –como es evidente en esos ejemplos publicados- parecen ser ‘reflejos de sentimiento’, interiormente me opongo. Definitivamente yo no trato de ‘reflejar sentimiento’.
(... ) Desde mi punto de vista como terapeuta yo no estoy tratando de reflejar sentimientos, yo estoy tratando de determinar si mi comprensión del mundo interno del cliente es correcta, (El subrayado es mÃo) si estoy viendo esto como él o ella está experienciando esto en este momento. Cada respuesta mÃa contiene la pregunta no verbalizada ‘es éste el modo que esto es en usted? Sino yo desearÃa poner mi percepción de acuerdo a la suya’.
(... ) Asà yo sugiero que estas respuestas terapéuticas no sean llamadas ‘reflejos de sentimientos’ sino ‘probando entendimientos’ o ‘verificando percepciones’. Estos términos yo creo serÃan más acertados. Ellos serÃan útiles en el entrenamiento de terapeutas. Ellos facilitarÃan una sana motivación en responder, con un deseo interrogador más que un intento de reflejar”.
Es decir, la sana motivación , no serÃa “reflejar” para que el paciente corrija su percepción, sino en todo caso modificar la nuestra para concordarla con la percepción del paciente de forma que éste se sienta realmente aceptado y realmente comprendido.
Entonces la cuestión ya no serÃa “reflejar” sino ESCUCHAR, ESCUCHAR, ESCUCHAR, y asà el “reflejo” dejarÃa de ser un “recurso” para modificar nada en el consultante, para convertirse en la comunicación de nuestro auténtico interés por comprender y aceptar al consultante.
De esta forma aportarÃamos las condiciones necesarias y suficientes para que el consultante haciendo uso de las capacidades que lo constituyen se haga cargo del “asunto”.
Y aquà aparece entonces la otra cuestión que habÃamos planteado en el inicio de este trabajo, el de las condiciones para Carl Rogers necesarias y suficientes que facilitarÃan todo proceso terapéutico o de desarrollo personal.
Las condiciones a que nos referimos tan conocidas por los adherentes al enfoque
son: la congruencia o autenticidad, la aceptación positiva incondicional y la comprensión empática.
Son necesarias y suficientes?
Son necesarias pero no suficientes?
Con respecto a estas condiciones me he encontrado dentro del Enfoque con posiciones variadas. Carl Rogers desde que las postuló las presentó como necesarias y suficientes y nunca varió esta postura, pero variadas voces dentro del Enfoque no lo creen tan asÃ.
Con distinto grado aparecen variantes que van desde el “son necesarias y suficientes, pero...”, hasta la afirmación de que son “necesarias, pero no suficientes”.
Nadie parecerÃa discutir que son necesarias, pero no pasa lo mismo con la afirmación de que son suficientes.
A mi modo de entender estas distintas posturas a sabiendas o no, están determinadas por el grado de adhesión o convicción con respecto a la Hipótesis Fundamental del Enfoque, la tendencia actualizante.
Me parece refrescante, alentadora y apuntando en la dirección correcta la postura al respecto de Gerald Bozarth:
“... más que concluir que las condiciones son necesarias pero no suficientes, resulta más propio decir que las condiciones no son necesariamente necesarias, pero siempre suficientes”.
Avanzando en esta dirección apuntamos decididamente a poner definitivamente los caballos delante del carro, ya que nos paramos con total convicción sobre la base original del Enfoque Centrado en la Persona que es la tendencia actualizante
La postura de plantear las condiciones como necesarias pero no suficientes además de hacer tambalear la base subyacente del Enfoque plantea a mi parecer una flagrante contradicción lógica, a no ser que desechemos los fundamentos del Enfoque.
Cuando afirmamos que son necesarias, pero que no son suficientes, qué queremos decir?; No son suficientes para qué?; No son suficientes para que el consultante haga algo que desde nuestro lugar de terapeutas estamos eligiendo como meta suya?; No son suficientes para que el consultante corrija su error perceptivo?; No son suficientes para que el consultante perciba desde lo que nosotros, poderosos y sabios terapeutas, consideramos correcto, acertado o saludable?
Si nos planteamos la cuestión de este modo, la pregunta que me surge es:
Dónde quedó la aceptación positiva incondicional?
De esta manera a mi entender desaparece totalmente la condición que planteamos como necesaria de la aceptación positiva incondicional. Esto no es verdadera aceptación. En realidad lo que estamos ofreciendo es el fatÃdico y cálido cebo de la amenazante aceptación condicional. La trampa cálida y amenazante nuevamente está armada y funcionando. Y en esta cálida y amenazante trampa quedamos atrapados los dos, terapeuta y paciente, consejero y consultante, facilitador y cliente. Nuevamente los caballos detrás del carro.
Entonces las condiciones no son suficientes? No son suficientes o es que en realidad, no estamos ofreciendo una auténtica, comprensiva y verdadera aceptación positiva incondicional? No son suficientes o en realidad, le estamos achacando a las condiciones una insuficiencia nuestra derivada de nuestra pobre convicción en la tendencia actualizante del paciente o de nosotros mismos? Estamos realmente convencidos de nuestra hipótesis fundamental? Creemos verdaderamente en ella? O es que no está claro a qué nos referimos cuando hablamos de aceptación positiva incondicional? Será éste un desafÃo difÃcil de aceptar? Yo a veces, asà lo siento.
Al respecto me permito introducir partes de un párrafo que Carl Rogers presenta en “Psicoterapia centrada en el Cliente” que él titula: “La lucha básica del consejero”, que para mà es la más clara y contundente definición al respecto:
“Mi experiencia indica que sólo cuando el consejero, a través de uno u otro medio, ha establecido dentro de él la hipótesis según la cual actuará, podrá proporcionar una ayuda de máxima al individuo. También he observado que cuando más firmemente confÃo en la fuerza y en la potencialidad del cliente, éste tanto mas profundamente descubre esa fuerza.
Ha sido evidente, tanto por nuestra experiencia clÃnica como por nuestra investigación, que cuando el consejero percibe que acepta al cliente tal cual es, cuando deja de lado toda evaluación y entra en el marco de referencia perceptual del mismo, lo libera para que explore nuevamente su vida y su experiencia, lo libera para percibir en esa experiencia nuevos significados y nuevas metas. Pero el terapeuta desea realmente que el resultado sea una plena libertad? Desea genuinamente que el cliente organice y dirija su vida? Desea que elija metas que son sociales o antisociales, morales o inmorales? Si no es asÃ, parece dudoso que la terapia llegue a ser una experiencia profunda para el cliente. Aún más, desea que el cliente elija la regresión antes que el crecimiento o la madurez? Que elija la neurosis, antes que la salud mental? Que elija el rechazo de la ayuda antes que la aceptación? Que elija la muerte antes que la vida? Me parece que en la medida que el terapeuta desee completamente que se elija cualquier resultado, cualquier dirección y sólo entonces comprenderá la fuerza vital de la capacidad y potencialidad del individuo para la acción constructiva. En la medida en que acepta que elija la muerte, éste elige la vida; en la medida en que acepta que elija la neurosis, elige una saludable normalidad. Cuanto más completamente actúa, según su hipótesis central, más convincente es la prueba de que la hipótesis es correcta.”
La sensación que me queda después de esta clara, definitiva, rotunda y contundente postura es que no es mucho más lo que se pueda decir.
Creo que las cuestiones planteadas inicialmente nos ponen frente a un interrogante contundente, que de acuerdo a cómo lo contestemos, definirá la congruencia de nuestro Enfoque y nuestra convicción al respecto. Creo que si aceptamos el desafÃo propuesto por Carl Rogers en el párrafo anteriormente citado lograremos poner definitivamente los caballos delante del carro.
BibliografÃa citada
Bozarth, Jerold
“No necesariamente necesario, pero siempre suficiente” en
Brazier, David
“Mas allá de Carl Rogers”
Descleé De Brouwer. Bilbao, 1997, página 85
Rogers, Carl
“Psicoterapia centrada en el cliente”
Paidós. Buenos Aires, 1977, página 40
Rogers, Carl y Kinget G. Marian
“Psicoterapia y Relaciones Humanas”
Alfaguara. Madrid, Barcelona, 1971, página 81
Lerner, Marcelo
“Introducción a la Psicoterapia de Rogers”
Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, 1974, página 71